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Hablar de los Habbo Retros es abrir una puerta a los recuerdos de una época en la que lo más importante no eran los furnis ni los créditos, sino las horas que pasábamos conectados, creando amistades y compartiendo momentos que hoy siguen vivos en la memoria.

Muchos entrábamos después del colegio o en las noches, buscando simplemente charlar, hacer amigos o pasar un buen rato en alguna sala improvisada. Lo mágico era que no importaba el diseño tan simple del hotel ni los errores que aparecían de vez en cuando: lo que nos mantenía allí era la sensación de estar en un lugar donde siempre había alguien esperándote.

Con el tiempo, Habbo fue evolucionando, cambiando su cliente, sus sistemas y la forma en la que nos movíamos dentro del hotel. Pero esa primera etapa, con sus gráficos pixelados y esa estética tan particular, se quedó grabada como una de las experiencias más puras de comunidad virtual.

Y cómo olvidar las centrales. Eran más que simples salas: eran verdaderos puntos de encuentro. Allí se reunía la mayoría de jugadores, se organizaban eventos, se hacían amistades y, en muchos casos, se vivían las historias más divertidas y caóticas. Todos sabíamos que si querías enterarte de algo o simplemente no estar solo, bastaba con ir a la central y seguro encontrabas a alguien dispuesto a hablar o jugar.

Hoy, mirando hacia atrás, uno no puede evitar sentir cierta nostalgia. No solo por el juego en sí, sino por esa sensación de comunidad que era tan única. Los Habbo Retros marcaron una generación, nos regalaron recuerdos que aún hoy compartimos con una sonrisa y nos enseñaron que, a veces, los píxeles más simples pueden crear las memorias más grandes. 🌟